La joven señora de colores nos miraba con ojos que taladraban… pero no nos decía nada, simplemente observaba a las personas que pasábamos por su lado.
Cuando un día de osadía personal le pregunté, me dijo que no hablara, que yo debía estar callado. Pero yo gritaba sin sonido y ella me taladraba son su mirada.
Un día pase por el lugar y ya no estaba, alguien había decidido que molestaba su mirada y la retiraron. LO que ya no sé es si se fue a otra calle o definitivamente se escapó de mis miradas, llevándose la suya.
Nadie es eterno.